Cuando uno conversa con el doctor José Francisco Tinao, no tiene del todo claro si su interlocutor es un especialista en medicina interna o un rebelde antisistema.
Enemigo de los escenarios de confort y dueño de una mente inquieta amiga de cuestionárselo todo, el Dr. Tinao habla, pero también escucha. Escucha con atención. Y cuando habla, lo hace defendiendo un nuevo modelo de práctica médica más centrado en sanar que en curar, en aliviar que en medicalizar, más sensibilizado con el paciente en tanto que persona con emociones y con capacidad de tomar las riendas de su propia salud. El Dr. Tinao nos recibe en su consulta de CMI-Clínica de Medicina Integrativa y nos explica qué es la medicina integrativa.
Da la sensación de que cada vez existen más tipos de medicinas: medicina natural, medicina china, ayurvédica… y ahora la medicina integrativa. ¿Es un invento nuevo?
La medicina integrativa no es un invento, en el sentido que la palabra “invento” genera: algo que de la nada nace. La medicina integrativa surge como un nuevo paradigma médico y lo hace desde la propia medicina. Es medicina y cumple los requisitos que el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn señaló: “Responde a las nuevas preguntas y se apoya en los modelos antiguos; los subsume, no los anula”. No es por lo tanto “alternativa”, ni tan siquiera “complementaria”. Es medicina que responde básicamente a nuevas demandas y necesidades, como el envejecimiento de las poblaciones y lo que ello supone en cuanto al incremento de enfermedades crónicas.
La medicina actual científico-técnica es excelente para solventar cuadros agudos, pero fracasa en resolver cuadros crónicos, en el sentido de que no los sabe abordar, solo los medicaliza. Por eso surge como demanda de los pacientes y como respuesta de una medicina más sensible. Y su afán, entre otros muchos, es la integración de todos los recursos que el ser humano históricamente ha utilizado para aliviar enfermedades, siempre que respeten el principio de precaución. Es tan nueva que vuelve a los orígenes de la medicina hipocrática y sus principios.
Entonces hablamos de una práctica médica tradicional y a la vez científica.
La medicina es ciencia de ciencias. Debe cumplir con unos requisitos. Un método. Es lo que nos hizo avanzar tras el racionalismo hacia lo que hoy conocemos. Nos hizo metódicos y racionales. Generó seguridad en la aplicación de tratamientos e hizo que estos fueran los mismos en cualquier parte del mundo, si se disponía de los recursos. Acabó con el principio de divinidad (la enfermedad era un castigo de los dioses, y el controvertido tema de la culpa) y con el principio de autoridad (lo dijo fulano, lo dijo el “maestro”). El “maestro” tenía que demostrar lo que decía. Y debía ser reproducible por cualquiera utilizando las mismas condiciones.
El problema es esa dicotomía: la medicina científica puede ser muy anticientífica y, por otro lado, el concepto alternativo a qué se refiere. Por ejemplo, recomendaciones nutricionales se podrían considerar “alternativas” por lo inusuales que son en la medicina oficial.
En principio, la lógica dice que no hay más medicina que la que cura. Si no cura, no se puede llamar medicina.
Pues entonces nos hemos quedado prácticamente sin posibilidades terapéuticas con esta definición. Hay que diferenciar entre la curación que ocasionalmente se produce y la sanación. Se cura cuando una persona presenta una neumonía, damos con el antibiótico efectivo y en pocos días solventamos la infección. Es un ejemplo. Esto si no hay nada debajo y después hay que preguntarse: ¿por qué ocurrió esto? Nada ocurre de forma baladí. En el campo de la medicina integrativa nos enfrentamos a pacientes con importantes cuadros crónicos de larga evolución y multisistémicos. Los pacientes que acuden a nosotros son conscientes que podemos ayudarles a sanarse, porque el paciente es el que al final decide sanarse, en el sentido que debe poner en práctica actos y usos de sanación. Y nosotros, por lo menos en nuestra clínica CMI-Clínica de Medicina Integrativa, les ayudamos a ello con nuestro conocimiento y apoyo. Sanar y sanarse son dos grandes conceptos poco conocidos y de gran valor.
¿En qué se basa la medicina integrativa y qué la diferencia de la medicina convencional? ¿Y con qué recursos cuenta?
La medicina integrativa va a sustituir el modelo tradicional de hacer medicina. No lo hará rápidamente, tardará, porque estos cambios siempre son complejos. Hay muchos intereses en mantener las cosas como están, y no sólo por parte de los grupos de poder médico o las instituciones académicas o gubernamentales, sino por amplias capas de la sociedad, los medios de comunicación y muchos pacientes que rehúyen de sus responsabilidades, prefieren trasladarla a profesionales que deben “curarles” mientras ellos siguen haciendo cosas contra sí mismos.
La medicina integrativa como nuevo modelo es muy exigente. Y lo es, en primer lugar, con los profesionales de la salud, que deben cambiar su forma de considerar y hacer, deben tener una visión global del paciente y su problema: las personas son más que órganos, son más que tejidos, son mente (percepción de lo que pasa, ideas y opiniones, conceptos y cultura como conjunto de mitos y ritos que todos llevamos por la educación), y también somos emociones, espíritu, independientemente de las creencias religiosas. Es la mochila que llevamos, como tantas veces comento, la carga del pasado, de nuestras relaciones, de nuestras frustraciones y deseos no satisfechos, de nuestras culpas no digeridas o no perdonadas hacia otros o hacia nosotros mismos. Un buen bloque, ¿eh?…
Y para el paciente, ¿también supone algún tipo de cambio esta forma de entender la medicina?
En medicina integrativa hay cambios notables en el papel del paciente, que no es pasivo, sino muy activo. Y claro, los recursos técnicos que se utilizan son siempre los menos agresivos y responden al principio de eficacia, eficacia y efectividad. Y evitan dañar. Es más que utilizar terapias “alternativas”. La medicina integrativa no es sustituir analgésicos por acupuntura o añadir más instrumentos a un cajón. Hay un gran error en ello. Es mucho más, porque supone un gran cambio conceptual tanto del equipo de profesionales, porque la medicina integrativa se trabaja en equipo, como en lo que los pacientes deben hacer, hacerse. El rol del paciente cambia. Nada de ser pasivo, sino todo lo contrario. Y ser un paciente “empoderado” no es solo “mirar en internet”, es sobre todo tomar conciencia, y a partir de ahí generar un modelo de cambio. La medicina integrativa esto lo valora como un recurso médico más. Y créame, cuando se produce, la rapidez en los avances de sanar son inmensos.
Si la medicina integrativa no es “alternativa”, ¿está regulada? ¿Tiene una formación estructurada? ¿Qué tipo de profesionales la ejercen y qué garantías ofrecen a ojos del paciente?
En nuestro país no hay ninguna regulación. Es “a-regulada”, y eso es un problema. Eso conlleva el “todo vale” y créame, no todo vale. No lo está siendo en países como los EE.UU. o en determinados países de Europa, donde la medicina integrativa se imparte dentro de programas de formación en universidades. La medicina integrativa la deben ejercer profesionales de la salud formados en filosofía de la medicina integrativa, en técnicas de medicina integrativa. Pero lo importante no es la técnica, lo importante es el enfoque y el cambio de forma de hacer. Esa parte es la complicada.
Cualquier práctica médica no enmarcada en la medicina “oficial” suele tener tanto acérrimos detractores como fervorosos defensores. ¿Qué les diría a todos ellos?
Lo que digo siempre: “ni creencias, ni opiniones, ni prejuicios”. Lo decía hace tiempo Ramón y Cajal: “La fuerza extraordinaria de los hechos”.
Usted es el director médico de una clínica especializada en este tipo de medicina. ¿Qué tipo de pacientes suelen recurrir a ustedes?
Toda clase de personas y pacientes. Somos herederos de la medicina interna y nuestro equipo trabaja bajo el paradigma de la medicina integrativa. Trabajamos en un equipo formado por nutricionista, enfermeras, fisioterapeutas-osteópatas, médicos de distintas especialidades, psicoterapeutas… Con frecuencia tratamos a pacientes con cuadros crónicos que no han recibido soluciones desde prácticas ortodoxas, y tampoco desde otras actuaciones no tan ortodoxas. Pacientes polimedicados a los que no les gusta el actual modelo médico. Gente que se preocupa de su salud y la de los suyos. Pacientes que buscan lo que la medicina integrativa ofrece: una visión global, no ir de especialista en especialista, y personas que desean tomar el control de sus problemas. Que les escuchen y les cuiden, que les informen y les orienten y les dejen opinar. Y cada vez vienen más.
Cuéntenos algún caso de éxito que haya tratado usted dentro de la medicina integrativa.
Hemos aportado ya, en congresos médicos y publicaciones científicas, casos de diversas patologías con resultados sobresalientes en el campo de la patología intestinal, tiroidea, psoriasis y oncológicas. Y ello nos llena de satisfacción. Pero esta práctica no es una práctica que siempre tenga éxito, muchas veces sólo alcanzamos a ayudar y mejorar la calidad de vida. No hay que engañar a la gente. Eso también es principio de precaución. Y me gusta cuando los pacientes nos enseñan a nosotros, y lo hacen constantemente: a ser mejores profesionales y a no dar opciones a los escenarios de “confort” en que muchas veces cae la medicina de protocolo.
¿Es factible o previsible que la práctica de la medicina integrativa se generalice, o incluso se llegue a ofrecer en ambulatorios y hospitales públicos?
Ocurre ya en los EE.UU., en Francia o en Alemania. Está ocurriendo ya. Desafortunadamente en nuestro país no. Nos hemos ofrecido varias veces a responsables de política sanitaria para crear grupos de trabajo experimentales en centros de salud y que con datos comprueben los beneficios y el ahorro en gastos médicos. Y lo hemos hecho desde el sentido más altruista. No hemos recibido respuesta positiva. Creo que quizá nos están diciendo que deberíamos esforzarnos más en ello. Hace poco se creó junto a una cincuentena de profesionales (médicos, enfermería, fisioterapia, nutricionistas, psicólogos…) la Sociedad Española de Salud y Medicina Integrativa (SESMI), miembro de la Sociedad Europea de Medicina Integrativa. Creo que va a ser un instrumento de impulso para dar a conocer este nuevo modelo médico de presente y futuro. Ya iba haciendo falta una sociedad científica que regulase la práctica de este nuevo modelo de promocionar la salud.
A todo el que esté interesado en este modelo de práctica médica, le recomiendo leer la información al respecto en nuestra web: www.medicinaintegrativa.com.