La actividad y el ejercicio físico son herramientas fundamentales para la salud y el bienestar de los individuos. Son innumerables los efectos positivos evidenciados, ya sean físicos como psicológicos, que trae consigo la práctica de ejercicio físico tanto en individuos sanos como en aquellos que padecen algún trastorno neurodegenerativo, como es la enfermedad de Parkinson.
El Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo a nivel mundial, después del Alzheimer. Se trata de una patología crónica, progresiva e irreversible en la que se produce la pérdida de neuronas dopaminérgicas, desencadenando alteraciones motoras y no motoras.
Dentro de la sintomatología son característicos los temblores involuntarios en reposo, la rigidez, el deterioro de habilidades que condicionaran paulatinamente su autonomía y calidad de vida. Esta enfermedad compromete la marcha y la postura del paciente, provocando una disminución de la actividad física e incapacidad para realizar actividades de la vida cotidiana, llegándolo a un estado de invalidez en fases avanzadas.
Tratamientos posibles en la enfermedad de Parkinson:
- Actualmente, se siguen tratamientos farmacológicos y/o quirúrgicos en los pacientes con Parkinson. Si es cierto que los fármacos contribuyen aumentando los niveles de dopamina, pero a pesar de que pueden mejorar la sintomatología a corto plazo, con el avance de la enfermedad los beneficios de los medicamentos disminuyen, y se han asociado a la aparición o agravación de distintas manifestaciones (estreñimiento, hipotensión, dolor articular, alucinaciones…). No obstante, existen otras terapias alternativas, como la fisioterapia.
- El tratamiento fisioterapéutico es una herramienta integral donde el papel principal es contribuir a la mejora de la capacidad funcional a partir de un programa de rehabilitación enfocado en la actividad física y el movimiento. Es por esto por lo que se considera al ejercicio físico como un eje central de los distintos enfoques de rehabilitación para contribuir en la mejora clínica, tanto motoras como no motoras, en personas con Parkinson.
Ejercicio físico cómo terapia de rehabilitación en Parkinson:
La evidencia científica confirma que la práctica de actividad física rutinaria a edades tempranas, se asocia a un menor riesgo de padecer Parkinson en la edad adulta. Por lo tanto, podríamos decir que el ejercicio físico es una alternativa que puede ayudar tanto a prevenir como a enlentecer la progresión de la enfermedad.
Dentro de las “Pautas europeas de fisioterapia para la enfermedad de Parkinson”, se establecen cinco pilares fundamentales: la capacidad física, transferencias, marcha, equilibrio y actividades manuales. Asimismo, algunos estudios indican que la resistencia, la flexibilidad y la fuerza cumplen un papel muy importante en la mejora de la progresión de enfermedades neurodegenerativas, por lo que resulta esencial el manejo de estos elementos para garantizar un tratamiento adecuado.
La fundación nacional del Parkinson propone un sistema de ejercicios denominado Modifed Fitness Coutns (mFC), un programa con ejercicios básicos y seguros, que puede realizar cualquier persona con o sin ayuda, basado en ejercicios de estiramientos, posturas, y ejercicio aeróbico y de fuerza.
1. Entrenamiento de fuerza:
La masa muscular disminuye gradualmente desde los 30 a los 50 años, teniendo un mayor impacto a mayor edad y presencia de enfermedades neurológicas. En pacientes con Parkinson, la pérdida de fuerza está asociada a la inestabilidad postural, déficit en la marcha y equilibrio, lo que aumenta el riesgo de caídas, lesiones y dependencia.
Las variables de un programa de entrenamiento de fuerza pueden combinarse de distintas maneras, como el levantamiento de pesas, del propio peso corporal u objetos básicos; según el número de series o de repeticiones; y según el objetivo y grupo muscular trabajado, consiguiendo diferentes respuestas fisiológicas. Hay que tener en cuenta que las adaptaciones producidas por un entrenamiento de fuerza están determinadas por las capacidades del sujeto.
Los beneficios obtenidos con la práctica de ejercicio físico en Parkinson incluyen:
- Aumento de la fuerza muscular mediante la mejora de sincronización de las unidades motoras, aparte de beneficios sobre el aumento de masa muscular (como el equilibrio),
- Disminución de la grasa corporal,
- Mejoras en la densidad ósea, consumo de oxígeno y disminución de los picos de glucosa.
Por estos motivos, el entrenamiento de fuerza debe ser imprescindible en pacientes con esta patología, siendo vital para mejorar y mantener la capacidad funcional.
2. Resistencia:
Las recomendaciones de la OMS para un adulto sano son: 150 minutos de ejercicio de intensidad moderada o 75 de intensidad vigorosa. Para sujetos con Parkinson se recomendarían 150 minutos de actividad de resistencia a una intensidad moderada para mantener una buena calidad de vida.
Desde el punto de vista fisiológico el entrenamiento de resistencia se puede dividir según su intensidad en: entrenamiento continuo, interválico o de repeticiones. Algunos autores recomiendan entrenar con el método continuo a intensidad baja-moderada, y otros optan por el entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT). Sin embargo, el más eficaz es aquel que mejor se adapte a la situación individual de cada paciente.
Cabe destacar que existen muchas formas actividad aerobia, como por ejemplo: caminar, correr, nadar, bailar, o ciclismo indor o outdor. Según la evidencia actual:
- En general el ejercicio físico aerobio contribuye a mejoras de la capacidad cardiovascular y mayor gasto energético.
- Actividades de resistencia como nadar, correr o montar en bici ayudan al aumento de masa muscular.
- La danza puede contribuir a mejorar la neuroplasticidad, ayudando al equilibrio, movimiento motor y cognición. Por ejemplo, el tango en estos pacientes, gracias a la variación de movimientos, velocidades y direcciones que involucra, ha demostrado mejoras en el trabajo de la memoria, atención y multitarea. Además, el baile es una alternativa atractiva, lúdica y social, que aumenta la motivación y genera placer en la mayoría de los pacientes.
- El entrenamiento basado en correr en una cinta rodante o al aire libre demostró mejoras en la gravedad motora, el equilibrio y las características cognitivas en estudios realizados en pacientes con Parkinson.
- Distintas investigaciones han demostrado que la realización de esta actividad supone una mayor liberación de betaendorfinas, teniendo un efecto directo sobre el estado de ánimo, cabe destacar que la depresión afecta entre un 44 y un 52% de los pacientes con Parkinson La liberación de neurotransmisores cerebrales a partir de la actividad física ha demostrado a mejorar la autoestima, autoeficacia y sentido del logro en estos pacientes.
3. Estiramiento y flexibilidad.
Las técnicas de estiramiento son muchas veces olvidadas como parte del ejercicio físico. En concreto, los pacientes con Parkinson pueden verse enormemente beneficiados de este tipo de técnicas ya que ayudan a disminuir el acortamiento muscular ocasionado por posturas anormales.
Dentro de las actividades más investigadas, relacionadas con el estiramiento y la enfermedad de Parkinson se encuentran: el pilates, el yoga y el Tai chi. Se consideran artes que además de mejorar el equilibrio y la cognición, siguen estrategias de movimiento que pueden mejorar las tareas motoras rítmicas en estos pacientes.
- El Tai chi sugiere una serie de movimientos lentos y rítmicos que hacen énfasis en la transferencia de peso, moviendo el centro de gravedad hacia los límites estables con la sincronización de la respiración y control corporal. Además, es una actividad que requiere un alto nivel de atención y memoria.
- Por otro lado, el componente activo de la mente y el cuerpo en la práctica de yoga, así como su meditación, combinación de posturas, respiración diafragmática… permiten que los pacientes experimenten mejoras en cuanto a la gravedad motora, el equilibrio, la fuerza, la marcha y función cognitiva.
Estas intervenciones son una alternativa terapéutica eficaz y segura para mejorar tanto a nivel físico como mental, que además, tienen la facilidad de que pueden realizarse en cualquier momento y lugar, sin apenas material.
Cómo y cuánto ejercicio hacer en caso de enfermedad de Parkinson:
Tal y como hemos visto, el ejercicio físico aporta una larga lista de beneficios sobre las enfermedades neurodegenerativas. Como recomendación general, con la práctica de actividad física moderada, al menos 2 días a la semana, se obtienen beneficios a nivel motor, psicológico y autonomía.
Es importante recalcar en que la rehabilitación siempre debe ser individualizada, ya que la naturaleza de esta enfermedad de Parkinson es progresiva y presenta una gran variabilidad de manifestaciones clínicas. Por ello, dentro de las planificaciones fisioterapéuticas, es necesario que el personal sanitario tenga conocimiento de las distintas modalidades de ejercicio físico y sus efectos sobre la sintomatología. Ninguna forma de ejercicio deberá causar dolor, en ese caso, se están realizando de manera incorrecta, por lo que deben modificarse o suspenderse.
Autora: Claudia Rodríguez- Coordinadora Académica en ESI