Una de las características donde la medicina integrativa pone más intensidad como nuevo paradigma de la medicina es en la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades.
El ideario tradicional, así como los preámbulos de los objetivos institucionales: leyes públicas sanitarias, gobiernos e instituciones internacionales (OMS, OPS…), incluyen siempre estos conceptos de promoción y prevención de la salud. Sin embargo, la realidad que se obtiene después, tras las declaraciones y los enunciados, es pobre en este campo. Es pobre en intencionalidad política y en presupuestos. Es pobre en acciones concretas y porque se va diluyendo en el camino.
El modelo médico dominante, occidental, científico, técnico y sus grandes políticas y modos culturales, están orientados no a la salud sino al tratamiento de patologías. Todo el mundo entiende que evitar la enfermedad sería mejor que esperar a que aparezca y luego hacer “todo lo que se pueda” para tratarla. Todo el mundo entiende que es mejor hacer un buen programa nutricional, realizar ejercicio moderado, controlar un estrés indeseable, vivir en ambientes reducidos de tóxicos medioambientales, evitar, en fin, formas de hábitos inadecuados, que esperar a desarrollar una cardiopatía vascular, sufrir una isquemia o tener de recibir una intervención de bypass aortocoronario o un stent. Todo eso se entiende y se acepta, pero ¿cuantos cardiólogos se dedican prioritariamente a la promoción de la salud cardiovascular, más allá de buenas palabras y declaraciones? Muy pocos. Es un ejemplo, pero podríamos decirlo de cualquier especialidad.
Igual ocurre con los programas dentro de los sistemas nacionales de salud y la inversión en proyectos. Se habla de la prevención como un auténtico “Ferrari”, pero se le asigna recursos de “utilitario”. Hay una “cultura académica” en ciencias de la salud donde este factor: la salud y su mantenimiento o incremento, ni siquiera se estudia. Un año de formación en fisiología humana en las escuelas de medicina, un breve curso de medicina preventiva donde se suma estadística, epidemiología, vacunología y poco más, frente a los amplios tres años clínicos dedicados a la exaltación de las enfermedades, a su minucioso estudio, incluso de algunas tan raras que difícilmente se verán en la vida corriente de un profesional corriente. Nada de psicología y de relaciones interhumanas, nada de sistemas de comunicación y marketing dedicados a la promoción de la salud o de otras técnicas. Y, sobre todo, nada de darle valor a la prevención. No está valorado dentro de los estudiantes de ciencias sanitarias dedicarle tiempo a este capítulo.
La prevención para la medicina clásica está prácticamente orientada a la denominada prevención secundaria (un ejemplo es la fanática reducción del colesterol con fármacos, la denominada reducción de factores de riesgo) y la vacunación, cada vez con una política de vacunación más amplia, más precoz en los bebés, más intensa. ¿Cuánto esfuerzo se dedica a enseñar a comer adecuadamente? ¿Cuánto tiempo se orienta en la práctica de ejercicio físico orientado a cada persona y sus circunstancias? ¿Cuánto tiempo nos permitimos que los pacientes adquieran conocimientos claros, no falsos, sobre sus posibilidades para autocontrolar sus vidas? ¿Dónde les orientamos a buscar información adecuada para su salud y la de sus hijos?… Estamos en un modelo donde se acepta la incompetencia del ser humano para autocuidarse.
ESTAMOS EN UN MODELO DONDE SE ACEPTA LA INCOMPETENCIA DEL SER HUMANO PARA AUTOCUIDARSE
La Medicina Integrativa tiene como pilar básico la promoción de la salud y la prevención de patologías. Pero ¿cómo lograrlo? No es fácil en un ambiente adverso y hostil poner el foco en el campo de la promoción y la prevención, aunque voy a plantear varias propuestas:
En primer lugar trabajando sobre los propios equipos de salud y creando en ellos la idea permanente de trabajo sobre los pacientes en esta área. No es posible mantener el tono en este campo sin una conciencia asentada en cada miembro del equipo de Medicina Integrativa: enfermería, fisioterapia, medicina, psicoterapia, nutrición… pues cada contacto con el paciente es una oportunidad para influir en algo importante: el cambio de hábitos de vida. Para ello no basta sólo con dedicar tiempo al paciente para dotarle de información y formación, de conocimiento que le asigne capacidades de elección positivas.
En un ambiente hostil en el que se deberá mover: el ambiente social, el del conjunto de “los otros”, que siguen con sus modos de hacer inadecuados, influidos por creencias erróneas y por los medios de comunicación, no le será “fácil” tener un criterio propio. De hecho, una de las barreras más notables en este camino de cambio es la influencia del ambiente, de lo que todos hacen. Por ello es importante también facilitarle recursos psicológicos de apoyo y motivación. Hacerle entender que cuando “la mente quiere” la persona simplemente puede. Por eso los aspectos psicológicos, la psicoterapia, en nuestro caso el apoyo desde el psicoanálisis (ver artículo de la Dra. Alejandra Menassa en este mismo número), es un instrumento esencial para lograr este cambio.
Cuando la persona toma conocimiento y lo interioriza, entiende por qué se autocastiga o se boicotea, y una gran parte del trabajo está lograda para siempre. La vida actual ha ganado en comodidades respecto a otros tiempos, pero estamos en un ambiente muy complejo, cada vez más complejo y manipulado. Tener la capacidad de “pararse a pensar” es esencial para realizar un cambio.
Un segundo aspecto, que refleja el interés de la Medicina Integrativa por alcanzar logros en una longevidad saludable, es utilizar instrumentos de diagnóstico y de tratamiento “que van un poco más allá” de los sistemas que diagnostican patologías, en cuanto a expresiones desviadas o muy desviadas de la consideración de normalidad fisiológica. Para la medicina de las patologías, la normalidad es una referencia estadística, pero para un criterio de prevención y de lograr una longevidad independiente, sana, autosuficiente y activa, los criterios deben ser mucho más estrictos y debemos buscar un “ideal”. Esto supone, en primer lugar, no incurrir en criterios obsesivos y no generar un problema donde antes no existía, una obsesión por “estar sanísimo”. Más bien al contrario. La visión coherente, natural, sin tensión, permite que este enfoque de salud sea también aplicado de forma laxa y amable.
Desde un plano puramente técnico, hoy es posible hacer valoraciones médicas sencillas (no son necesarias máquinas complejas y carísimas), donde se puede medir el nivel de inflamación global, las bases de actuación hormonal (muy importantes de cara a épocas como la menopausia o la andropausia), situación de la flora intestinal, marcadores genéticos de polimorfismos de predisposición a problemas y riesgos cardiovasculares, osteoporosis o deterioro cognitivo. Estos “marcadores” reflejan el reparto de cartas genético y reflejan el modo de jugarlas. No hablamos de datos que no se puedan modificar, sino, muy al contrario, buscamos tener información de la situación de la persona para planificar una hoja de ruta que facilite adoptar acciones preventivas.
Por ejemplo, imaginemos que un paciente de 40 años presenta marcadores de riesgo cardiovascular por su predisposición genética. Si ese paciente fuma, hace una vida sedentaria y no atiende a criterios de autocuidado, sus posibilidades de sufrir un accidente cerebrovascular o miocárdico se incrementan. Pero si esa información está en su poder y en poder de sus médicos, y se toma conciencia del riesgo, en primer lugar hay un factor de anticipación selectivo y un factor de motivación adicional para trazar una serie de medidas de modificación de vida que irán desde aplicar una dieta antiinflamatoria, incrementar la actividad física, orientándole en tiempo y forma, y buscando modelos de relajación y meditación para mejorar el sueño o el control del estrés. Y así, al igual que se preocupa de su futuro como pensionista contribuyendo mes a mes a un plan de futuro económico, puede hacerlo con algo tan importante y esencial como él mismo, su independencia y su salud. De poco le servirá tener una buena pensión si no llega a disfrutarla.
Un tercer gran aspecto de la acción sería la necesidad de poner el acento en las medidas sencillas y naturales. Hay propuestas en la denominada “medicina antienvejecimiento” que están destinadas a una mezcla de bioingeniería, marketing y élite. Pueden hacerse programas mal llamados “antienvejecimiento” desde el uso de lo último como si fuese una moda de perfumes. Comprar lo último, vinculado a clínicas de prestigio en lugares emblemáticos. Y seguro que funcionan. Pero lo mejor de una longevidad saludable debería ser la posibilidad de que alcance a todo el mundo. Aunque vivimos en sociedades democráticas y aparentemente justas donde “todos somos iguales”, se está construyendo o más bien se autoperpetúa un sistema de castas sociales donde los “ricos o muy ricos” ya tienen su programa que les promete una larga vida en las mejores condiciones, con posibilidades enormes frente a una gran parte de la población que deberá contentarse “con su suerte”. Esto ya existe. Recomiendo mirar el proyecto de Google sobre “inmortalidad” al que le dedican una enorme cantidad de recursos económicos: proyecto Calico.
El director de ingeniería de Google, Ray Kurzweil, cree que la humanidad tendrá las claves para transcender los límites de su biología tras la década del 2030, cuando los ‹nanorobots› incorporados en el cuerpo humano permitirán combatir enfermedades (The Wall Street Journal).
Este modelo propuesto por Ray Kurzweil perpetúa un mundo de desigualdades en un aspecto básico del ser humano: su derecho a la salud. Un derecho que debe ser para todos, no sólo para élites. Por el contrario, para la Medicina Integrativa, que ya se denomina Salud y Medicina Integrativa, las acciones a realizar —y éste es el siguiente punto— deberían ser sencillas y basadas en aspectos cotidianos: nutrirse adecuadamente de forma moderada con productos lo más ecológicos posibles, beber agua potable de calidad, realizar una actividad laboral constante adaptada a la edad (jubilarse del todo es un error, reinventarse, estar activo), mantener relaciones sociales de calidad, reduciendo contacto con personas tóxicas y ofreciéndonos a apoyar a las personas que nos necesitan, mantener instrumentos sencillos de relajación y meditación, sin necesidad de consumir fármacos que deterioran nuestra capacidad de pensar, practicar un acto artístico para nosotros mismos, suplementarnos si es necesario con productos naturales, y que forman parte de nuestra propia constitución, nutriendo al cerebro y al sistema cardiovascular, protegiendo las articulaciones y manteniendo los músculos activos. Y limpiar el mundo. El aspecto medioambiental va a generar, y ya lo hace, uno de los grandes conflictos humanos, porque la Tierra ya se está cansando de nosotros.
Se han buscado en el mundo poblaciones longevas y se ha tratado de entender que circunstancias les eran comunes. ¿Cómo habían llegado a vivir tanto y en condiciones de independencia? ¿Nanorobots que limpien las arterias mientras seguimos comiendo comida basura?, como nos proponen para el 2030… No es esa la idea.
DR. JOSÉ F. TINAO, Director de CMI-Clínica Medicina Integrativa y del Observatorio para la Salud y Medicina Integrativa (OSMI)
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº17