El hombre primitivo tuvo que adaptarse a una gran variedad de condiciones ambientales y seleccionar aquellos alimentos que tenía a su alcance. A lo largo de millones de años, nuestra genética se ha ido adaptando al medio para poder sobrevivir. En el mundo actual, ha habido un cambio radical de alimentación en muy poco tiempo. Hoy tenemos a nuestra disposición alimentos procesados de todo tipo, modificados genéticamente, con aditivos sintéticos, radiados para ser conservados más tiempo.
Nuestro código genético no está acondicionado a la gran cantidad de productos químicos sintéticos que hay en los alimentos que se consumen en la actualidad. Se trata de sustancias que no se encuentran en el entorno de forma natural y que han sido estudiadas como posibles agentes patológicos en multitud de enfermedades crónicas.
Los tóxicos ambientales pueden penetrar el organismo a través de la piel, la respiración o por vía oral, siendo la alimentación una de las principales vías de exposición. Una vez llegan al interior del cuerpo, deben ser metabolizados y transformados para ser eliminados. No obstante, alguno de ellos, no son eliminados correctamente y se acumulan. Por ejemplo, las grasas corporales son capaces de acumular una gran cantidad de tóxicos con carácter lipófilo. Si esto ocurre, el organismo se puede adaptar de manera patológica y provocar alteraciones fisiológicas o funcionales en distinto órganos.
En la actualidad, los consumidores estamos asustados por la calidad de lo que comemos. No nos preocupa tanto la falta de higiene o la escasez de alimento, nos preocupa la seguridad de todas las sustancias no naturales que lleva la comida. Se trata de productos sintétiticos que no han sido estudiados a largo plaza valorando todas las posibles interacciones que hay entre unos y otros, el llamado “efecto coctel”.
Según confirmaba una encuesta realizada por la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) sobre las principales preocupaciones de los consumidores, los residuos de pesticidas, la clonación de animales o la presencia de mercurio, preocupan más entre la población que la contaminación bacteriana o llevar un estilo de vida saludable.
Tampoco se puede obviar la importancia de llevar una alimentación más natural y ecológica, actualmente hay que ir al supermercado con una mayor preparación, hay que saber leer etiquetas y evitar el exceso de ingredientes desconocidos en el producto que se vaya a dormir. La calidad de un alimento reside en su capacidad de nutrirnos y no solo en la facilidad de consumo o preparación.
Hay muchos productos en el mercado que priorizan la larga conservación, lo llamativo del envase y su fácil cocinado antes que la calidad de la materia prima. Podríamos poner como ejemplo los embutidos lonchados, que llevan una gran cantidad de aditivos para poder conservarse ya cortados, si se compran en piezas o se cortan en el momento de la compra, durarán menos tiempo, pero tendrán menor cantidad de aditivos y se puede elegir la pieza que queremos adquirir en el momento. En general, consumir materias primas sin procesar y envasar asegura una menor cantidad de aditivos.
La dieta más natural también contribuye a evitar el exceso de productos refinados, azúcares simples y grasas hidrogenadas. Se disminuye el consumo de las llamadas “calorías vacías”, las cuales no nos nutren pero favorecen la obesidad y la inflamación, dos de las principales problemáticas de salud de nuestros días. Estamos ante una sociedad sobrealimentada pero paradójicamente malnutrida, por ello hay que estar atentos y comer solo alimentos que nutran. Una correcta nutrición es fundamental para favorecer los procesos de adaptación y de regeneración que el organismo posee.
Los alimentos más adecuados de la dieta depurativa son los vegetales, también algunas hierbas aromáticas resultan muy adecuadas.